Sin categoría

Palo Pandolfo vuelve a dar pelea en el rock

Palo Pandolfo y La Hermandad – Transformación

S-Music – 4 estrellas

Eternamente joven, Palo Pandolfo trafica el factor tiempo desde los días en que comandaba a Don Cornelio y La Zona. La fórmula parece develarse en una frase de su nuevo disco: "Transformo mi pasado por eso estoy vivo", canta en "Ojos del mañana", un tema que podría brillar en la densidad de Patria o muerte, aquel manual criollo para náufragos post-punk de 1988 y, también, primer desmarque de un artista afinado en los volantazos. Como en otras oportunidades, aunque la mayoría lo ignoró o pasó de largo, Palo está arribando a un nuevo período de inspiración trascendental, ese milagro que no se repite a menudo y que el cantante y poeta ya experimentó en varias ocasiones. En su segundo registro junto a La Hermandad, entrega un disco bien rockero y su mejor obra desde Espiritango de Los Visitantes, editado hace ya 22 años. ¿La clave? Tiene lo que no abunda: melodías luminosas, adhesivas e ideales para armar un playlist de supervivencia urbana y esperanzas módicas.

"Morel" tiene un estribillo circular en sintonía Blur: "Esta sociedad que te obliga a enamorarte en un bar que cerró a la medianoche y vos seguís sin saber qué hacer con ella y su languidez". La certera participación de Hilda Lizarazu en los coros le suma malicia romántica a la prosa, que augura un mañana cercano con total ausencia de contacto. Pero Transformación arranca en la ambigüedad de "Drácula" y su penetrante frase central ("La ráfaga de sal te deja sin moral, volvés a despertar en la noche oscura"), y continúa revisionista en "Sonido plateado" y las citas a una escuela de pensamiento que alcanza traducción valvular en la guitarra pesada de Ricardo Mollo, tremenda proyección de un lenguaje que mezcla legado, tradición y futuro.

El disco corre rápido a través del lirismo de Palo, un modo apasionado de acentuar las palabras y cargarse las canciones como obras dramáticas. Su rol protagónico indiscutido es sólo en apariencia: La Hermandad funciona como tal y sus mejores reflejos aparecen en la cadencia y la furia que se reparten Alito Spina desde el bajo y el poder tronador de Carlos Fernández. Más atrás Gerardo Farez domina el concepto de la electrónica orquestal y detallista. Sin embargo, es Mariano Mieres el piloto de tormentas y albañil ensoñado que brilla en el crescendo infinito de "Un reflejo", o en el blues tangueado "La primavera". Para la tercera o cuarta escucha, "Niña de metal" puede ganar la compulsa de tema favorito gracias a sus coros angelicales -gentileza de Los Tipitos- y su misteriosa seducción pop. Casi en la misma línea instantánea aparece el beat contagioso de "El juego". Del otro lado, en ese espacio impreciso de los temas casi escondidos, "La fuga" seguramente no triunfe en las preferencias aunque su bruma jazzera y sus frases martillo ("Y se fugó del penal del cerebro") sean otra de las pequeñas maravillas ocultas de un disco vital, necesario y tan conmovedor como cuando el cantor emocional salta desde la azotea.

Por Oscar Jalil

Botón volver arriba
Cerrar
Cerrar