Pappo nació el 10 de marzo de 1950 y falleció el 25 de febrero de 2005, con 54 años, una edad madura pero todavía joven para un músico y más aún para uno que había edificado la mejor parte de su carrera sostenida en el blues, el ritmo que disfrutó de varios héroes longevos, entre ellos su amigo B.B. King.
Aquella madrugada veraniega de viernes, el Carpo viajaba por la ruta 5 junto con su hijo, Luciano Napolitano, ambos montados en sendas motos: perdió el control de la Harley Davidson y fue embestido por un Renault Clío color dorado. Fue cerca de Jáuregui, en el partido bonaerense de Luján.
A los 16 años formó su primera banda, Los Buitres, junto a Miguel Laise en batería (su primo, que era tapicero), Tito Milanesa (Alberto La Rosa) en voz y guitarra (Alberto La Rosa) y Beto (Humberto Marinucci) en bajo y voz.
Al año siguiente, Miguel Abuelo lo sumó como guitarrista de su nueva formación, Los Abuelos de la Nada, la misma que iba a reaparecer en los 80 con el mismo cantante pero ya con Andrés Calamaro, Cachorro López y Gustavo Bazterrica, entre otros músicos de enorme valía.
Abuelo dejó rápido la banda cuando se fue a España, y Pappo siguió adelante durante un tiempo, pero Los Abuelos de la Nada se terminó disolviendo. Mientras buscaba el rumbo, en el 68 integró una formación de música beat, Conexión Nº 5, hasta que en el verano de 1969 pisó fuerte por primera vez en el rock como invitado de Manal.
Forjó su relación con el rock y el blues a través de vinilos que amigos y azafatas le traían desde los Estados Unidos. Y construyó su propio sonido nutrido de lo que escuchó de B.B. King, Muddy Waters, Albert Lee, Jimi Hendrix, Peter Green y Tony Iommi, entre otros.
Intervino en La Pesada del Rock and Roll y aportó dos temas en Spinettalandia y sus amigos (1971). Pero su primera gran aventura musical fue la fundación de Pappo’s Blues, en 1971, un power trío construido a medida del Carpo.
Su talento lo llevó a ser convocado en bandas fundacionales en sus primeros años pero, cuando tuvo la piel de líder, fue un gran llamador. A Pappo lo acompañaron músicos del calibre de David Lebón, Black Amaya, Pomo (Héctor Lorenzo), Machi (Carlos Rufino) y Alejandro Medina, entre otros.
Con Medina formó Aeroblus, banda con un solo disco que también marcó un camino en el hard rock. Después de este efímero proyecto, editó el Volumen 7 de Pappo’s Blues y el siguiente paso fue darle entrada a la otra gran banda que integra su legajo legendario.
Riff vio la luz con una estética de cuero, tachas y gestos adustos. La formación, como les gusta a los técnicos de fútbol, salía de memoria: Michel Peyronel (batería), Boff (guitarra rítmica) y Vitico (bajo), quienes junto con Pappo coincidieron en la primera banda de hard rock nacional que logró romper la frontera del under y consiguió notoriedad.
El Carpo definía a Riff como “un grupo divertido”, que rompía también con la estética de aquellos años de plomo en el país, que estaba en plena dictadura militar: en sus letras no había protesta, proclamas políticas, sino mensajes simples y desenfadados que les ponían cuerpo a los sonidos contundentes.
Ruedas de metal (1981), Macadam 3…2…1…0 (1981) y Contenidos (1982) fueron discos que marcaron a fuego aquel momento y la idiosincrasia del grupo. Incluso Riff VII (1985) –ya con Juan Antonio Ferreira, JAF, como segunda guitarra y Oscar Moro en la batería– sumaba variantes interesantes a la propuesta, aunque para muchos ya no era el verdadero Riff.
Como emigró a Europa a fines de los 70 tras la disolución de Pappo’s Blues, después de la separación de Riff eligió girar por Estados Unidos para alimentarse musicalmente y hasta trenzarse en zapadas con nombres pesados en la escena rockera norteamericana.
En Los Angeles formó la banda The Widowmaker, que lo trajo a la Argentina para presentar el disco con sonidos thrash metal, y nunca volvió a California; su última apuesta por edificar una carrera en el exterior se había extinguido.
En 1992 armó un dream team para grabar Blues local: la guitarra de Vitico, la batería de Black Amaya y el bajo de Yulie Ruth en la formación base, sumados como invitados a Alejandro Medina, Javier Martínez, Juanse y Luis Robinson.
En los años 90, la paridad cambiaria hizo que fuera mucho más sencillo para productores montar shows de artistas extranjeros: así como desembarcaron Michael Jackson, Madonna, los Rolling Stones y Paul McCartney, entre otros tanques, el blues tuvo su propia explosión con el desembarco de grandes glorias.
Así, Pappo forjó una relación con B.B. King, de quien fue telonero en Buenos Aires en una amistad que llevó al Carpo a ser invitado por el rey del blues a tocar nada menos que en el Madison Square Garden, el 10 de agosto de 1993. Aquellos aplausos que se llevó Napolitano de Nueva York le dieron el reconocimiento que tanto había buscado, y sin éxito, en el exterior.
En ese contexto vendría mucho más trabajo y discos. Pappo & Deacon Jones: July 93 Los Angeles (1993, junto al mítico ex tecladista de John Lee Hooker); Pappo sigue vivo (1994); Que sea rock (1997, Riff) y con la nueva formación de Pappo’s Blues, Pappo’s Blues Volumen 8, Caso cerrado (1995) y El auto rojo (1999).
En 2000 grabó un tributo a su carrera y una forma de muchos músicos de agradecerle la influencia que el Carpo había ejercido en ellos. En el disco doble Pappo y amigos repasó buena parte de su trayectoria con Divididos, Almafuerte, Juanse, La Renga, Alejandro Medina, Los Piojos, Botafogo, Andrés Calamaro y Vicentico, entre otros.
Su último trabajo fue Buscando un amor, de 2003, en el que fue producido por el empresario Jorge “Corcho” Rodríguez. Sumó nuevos sonidos, más blandos, que se identificaron en el corte de difusión Rock and roll y fiebre. La balada Juntos a la par, y la armónica que suena en Descortés, son clásicos.
Fuente: Clarín