El mes pasado, cuando se viralizo la tapa de ROLLING STONE con una frase que dijo textualmente durante la entrevista -"Cuando yo muera, mueren todos ustedes"-, el Indio Solari nos mandó un mail preguntando por el título, que no recordaba haber dicho, a raíz de los comentarios que había despertado en las redes sociales, donde muchos señalaban la arrogancia o el tono omnipotente que transmitía la declaración.Es un clásico, después de cada nota con el Indio, recibir un mensaje en el que señala algún desacuerdo, marca una imprecisión o manifiesta su fastidio por algo. Respondimos primero enviándole la entrevista completa, que aún no había leído, y luego los audios de la charla, realizada la mañana del 28 de octubre en su casa de Parque Leloir. "Es verdad, hoy al leer la revista está más claro", escribió al día siguiente. Pero no era suficiente, seguía molesto, y terminaba diciendo: "Muchos de los visitantes se sintieron por horas impotentes y mi nombre adjetivado de muchas maneras petardistas".
Al mismo tiempo que manteníamos esta conversación y accedíamos a la naturaleza de su enojo, Marcelo Figueras (periodista que trabaja para el Indio en una autobiografía) publicó en sus redes sociales nuestro intercambio privado -a la vez que, curiosamente, departía lecciones de ética periodística-. Más tarde ese mismo día, ese texto llegó a Virumancia, la página de Facebook que abrió Virginia, la mujer del Indio, y que el propio Solari suele revisar y comentar desde una cuenta apócrifa (saludos para Picho Malo). Por supuesto, tal como nos confirmó el propio Solari poco después, Figueras había filtrado la conversación acatando un "pedido" del Indio. "¿El motivo? Me puse agresivo y programaba al momento, en voz alta, lo que pensaba hacer al respecto", nos explicó Solari también vía mail.
Entendemos que para alguien acostumbrado a tener -o pretender tener- todos los aspectos de su vida pública bajo control, descubrir Facebook a una edad avanzada y vivir de cerca el odio de las cajas de comentarios desde luego no debe ser una experiencia agradable, y eso es algo que escapa a nuestro control (como a su control escapan nuestras decisiones editoriales: jamás un artista eligió el título de esta revista).
Podemos lamentar que la frase de tapa, que desde ya sonaba provocadora -pero que respondía a una reflexión metafísica genuina del Indio frente a la idea de la muerte- haya causado tanto enojo en la cámara de eco de Facebook y Twitter, donde de pronto cualquier cosa, incluso la tapa de una revista de rock, se vuelve un asunto de apariencia dramática. Por eso le ofrecimos al Indio nuestras disculpas por el mal momento, porque no era nuestro plan. Sin embargo, además de haber sido un textual for the record, creemos que la frase captura la atmósfera en la que se dio esa entrevista, la primera con ROLLING STONE después de anunciar que sufre párkinson. Vimos cómo llevaba adelante sus terapias y enfrentaba al grito de "¡Graciosos y valientes!" el desafío de una lucha con una enfermedad incurable, nos conmovimos con eso y nos fuimos contentos de verlo vital y lúcido, hablando sobre El delito americano y sus canciones nuevas para un futuro disco, y también sobre qué nos pasará a todos allá donde los comments ya no importan.
Es comprensible el enojo ante la incomprensión. La muerte es un tema inasible, a veces inabordable, al que ningún valiente y casi ningún gracioso se quiere asomar. Esta entrevista, que se convirtió en la décima portada de RS que lo tiene como protagonista, surgió de una iniciativa enteramente suya (él mismo nos pidió la nota con un mail), y fue él quien nos propuso como siempre correrse de la mirada que suele tenerse sobre él, proyectando durante toda la charla una visión honesta, dejándonos ver a la persona detrás del mito. Ofreció su casa, una vez más como ámbito. Hasta ofreció esa foto de semblante adusto que ilustró la tapa. Y decidimos que eso era más que el Indio, las trifulcas ricoteras y sus memorias o su insistencia en las desmemorias.
Cuando el Indio empezó a salir en la tapa de ROLLING STONE, en 1999, todavía era parte de los Redondos y la mayoría no tenía Internet en su casa, ni celulares. Prácticamente era otro mundo. Desde esos días creemos que el Indio es de los artistas populares argentinos capaces de articular un discurso y sostenerlo, incluso más allá de desacuerdos, contradicciones o malentendidos.
Juan Ortelli, Director Editorial