Nota principal
Con destino de gran éxito, llega la biopic de Gilda
Por Mariana Mactas | Una película potente, hecha con corazón, con una brillante interpretación de Natalia Oreiro. Entre los estrenos también se destaca Le Nouveau, estupenda comedia francesa sobre los sinsabores de ser el nuevo, y el looser, en un colegio. Los trailers para que elijas qué ver este fin de semana.
Mariana Mactas TN.com.ar Todo Noticias
GILDA
El del biopic, la película biográfica que tributa a una figura popular, en este caso de la música, es un género peligroso. En tanto homenaje, hecho desde el respeto o la reverencia, tiende ser más plúmbeo y acartonado de lo recomendable. En su prolija descripción de una vida, a menudo pierden vitalidad por el camino y parecen documentos filmados, paquetes de recuerdos ficcionalizados como por trámite. Y en su mirada glorificante de un personaje, suman el riesgo de la chatura, de mostrarlo como un compendio de puras virtudes, sin matices ni claroscuros. Hay decenas de ejemplos en el cine estadounidense de biopics así. Vistosas, irreprochables, pero sin sangre.
El estreno de Gilda, a veinte años de la muerte de la ídola de la cumbia, muerta a los 34 años trae, entonces, más que una grata sorpresa. La película se inscribe en ese género y tiene una factura sin nada que envidiar a la de cualquier producción internacional. Se nota que Gilda está hecha desde la fascinación por el personaje, que hay detrás de cada planteo, de cada secuencia, un trabajo de investigación y una toma de decisiones que ocupó tanto a la talentosa directora, Lorena Muñoz, como a la intérprete, Natalia Oreiro, que está absolutamente perfecta. Pero su logro mayor es que consigue transmitir esa fascinación: lejos de la frialdad enciclopédica, la película es de una vitalidad y una potencia que anula la indiferencia.
Leé también: Gilda: a 20 de años de su muerte, nacía el mito
Juntas, Muñoz y Oreiro se aproximaron, antes que a Gilda, a una maestra llamada Miriam Alejandra Bianchi, madre de dos chicos, vecina de Devoto, que un día decidió probarse como cantante y terminó transformándose en una ídola de multitudes. Muñoz abre con un plano desde el coche fúnebre donde está el cajón con el cuerpo de la cantante, rodeado de gente que, bajo la lluvia, la llora, le tira besos y flores. El final de Gilda es también una postal de su inmensa popularidad, y del amor profundo que llevó a miles de desconocidos a llorar su muerte con dolor desgarrante. Una abanderada de los humildes, una figura mítica, sobre una música sinfónica de importancia.
Sin embargo, la película no sigue por ese lado: habrá apenas otra escena que refiera, directamente, a la Gilda santa. Lo que hace Muñoz es ir desde ahí hacia atrás, para ocuparse de la vida cotidiana de Miriam, una mujer delgada, bonita y llena de sueños que reparte sus horas entre el trabajo en un jardín de infantes dirigido por su madre y su familia -marido, dos hijos-, en su casa de Devoto. Gilda es, entonces, la historia de esa mujer que un día decide desempolvar la guitarra de su padre -Daniel Melingo, presencia extraordinaria- y ponerse a cantar. Un cambio de vida que le cobrará altos costos familiares y le descubrirá nuevas fortalezas y relaciones. Ella es un sapo de otro pozo en el ambiente de la música tropical al que se asoma. Acompañarla en ese proceso, (verla acomodarse la minifalda, suplir la falta de curvas con una sonrisa o apretar la cartera contra el pecho para tomar coraje), es un viaje muy placentero. Y Oreiro, flaquísima y todo, es una bomba sobre el escenario.
Con una cuidada puesta en escena, resoluciones creativas y una producción de aspecto "finoli", Gilda rinde homenaje a una artista de la cumbia: de un universo “grasa”. Su implícita reivindicación de lo popular expone, con el esmero estético que merece, el apabullante arte de Gilda: canciones que conocemos todos y que en cine, desde la brillante interpretación de Oreiro -disponible en el disco con el soundtrack-, deslumbra. El talento de la cantante y compositora, la cantidad de hits indelebles y el corazón valiente con el que escribía y cantaba cada verso, brillan aquí, y hacen que la película crezca, y emocione.
Gilda transpira un enorme cariño por lo que se cuenta. Incluso en los tramos menos sutiles, y que podrían haberse abreviado, como las tensiones matrimoniales-amorosas, la película transmite siempre nobleza, emoción y honestidad. Finalmente, la historia y la música de la maestra que no daba el canon sensual de la bailanta, devenida ídola de masas y muerta trágicamente, tiene una película a la altura de su leyenda. Con claro destino de éxito.
THE BLAIR WITCH-LA BRUJA DE BLAIR
Hace muchos, muchos años, en la era pre redes sociales, The Blair Witch Project sorprendió a todos. Una película de muy bajo presupuesto armada como un found footage -grabaciones encontradas- de unos chicos que se internan en un bosque del que no vuelven más. TBWP asustaba en serio y con poco. Y terminaba con la escena icónica de la protagonista, Heather, grabándose a sí misma en su despedida, entre lágrimas y espasmos incontrolables. La sustancia de TBWP estaba compuesta por efectos de sonido y luz, aprovechando con inteligencia la estética low fi de las cámaras caseras, los planos subjetivos y el misterio de un entorno natural que era pura hostilidad. Unas ramitas aquí, unas piedras allá bastaban para poner la piel de gallina, recibir un montón de premios y sentar las bases de un sugbénero.
Además, fue un éxito descomunal, apoyado en un ingenioso marketing viral. Y la secuela llegó un año después, casi tan rápido pasó al olvido. Ahora, diecisiete años después -y también después de la saga española Rec, de Cloverfield o de las infinitas Actividad Paranormal-, el found footage de terror está más cerca del desgaste que de la novedad. En ese panorama, esta Book of Shadows, con el uso de la misma receta pero con gadgets aggiornados, parece más una remake que una continuación. Aunque su tenue argumento se centre en el hermano de Heather, que tenía cuatro años cuando ella desapareció en el bosque, y ahora sale a buscarla. Su expedición cuenta con una amiga que documenta todo con su cámara -y hasta ¡su drone!-, otra pareja de amigos de la infancia y unos locales algo extraños que se suman.
El porqué un grupo de adolescentes se interna en un bosque maldito sin avisarle a nadie, creyendo que van a encontrar a una chica que lleva casi dos décadas sin rastro y obsesionados por registrar todo lo que dicen y hacen, es un misterio que el film no se encarga de develar. La larga primera parte de la película es una reiteración de situaciones que terminan por acumular más tedio que inquietud. Un grupo de chicos escuchando ruidos en la noche y gritando sus nombres entre la maleza. Los que se pierden y reaparecen, los que se pierden otra vez y no aparecen; las señales falsas de presencia del mal y las señales verdaderas. Hay en ese bosque una historia negra, pero se reduce aquí a una serie de anécdotas contadas por alguno de los personajes. Y algunos desvíos gore, potencialmente distintos, quedan sin explicación. Como tanteos de los libretistas en una oscuridad como la que rodea a los personajes. Un guión incapaz de volar por encima de la mecánica del susto, que de tan vista es ya puro nervio premasticado.
En lo visual, el efecto de la imagen en permanente movimiento, con interferencias, pausados y fueras de foco, cierra un cuadro agotador. Es en el último tramo cuando la acción se precipita y se decide hacia una dirección, en esta remake-secuela de un género estandarizado y, por lo visto, bastante agotado.
LE NOUVEAU
La familia de Benoît se muda a París y él es nuevo en la escuela. No es un chico especialmente tímido ni retraído, pero nadie le presta atención y le cuesta hacer amigos. Le nouveau/The New Kid, se inscribe en un género familiar, el de la comedia de colegio que tantos buenos ejemplos ha dado desde el cine estadounidense, desde John Hughes a Greg Mottola. En el nuevo colegio están los chicos populares y bastante estúpidos y los perdedores, muy aparatos y tan descastados como dispuestos a abrirle el juego al recién llegado.
Primera película como director de un actor, Rudi Rosenberg, Le Nouveau pone en escena a un fantástico grupo de chicos actores, de una naturalidad enorme y con una risa contagiosa. Y mantiene un equilibrio delicado: su historia está hecha de esas humillaciones y pésimos momentos que forman parte de la infancia, pero sin miserabilismos ni grandes dramas. El proceso de adaptación de Benoît, dolores de crecimiento, lleva al descubrimiento de que lo mejor es pasarlo bien y compartir carcajadas, o bailes desencajados, con los que nos acompañan, aunque sea el grupo menos presentable y menos canchero de toda la escuela.
Sin vueltas de tuerca, ni la pretensión de renovar la historia del niño que llega a un lugar donde no conoce a nadie, Rosenberg llega lejos, con una mirada que evita caer en la nostalgia y prefiere quedarse a jugar con sus adorables personajes. Así puede retratar la incomodidad de la socialización, la tremenda soledad de los chicos frente a esta entrada violenta al mundo adulto que es el colegio o la catástrofe emocional de un amor no correspondido, con sentido del humor, corazón e inteligencia. La desesperada lucha por encajar, a la que son ciegos los adultos -casi ausentes en la película-, resulta, en lugar de un dramón pre adolescente, una feliz reivindicación de los loosers.
EL INFILTRADO
Un Bryan Cranston en “modo Breaking Bad”, es el agente Bob Mazur del FBI, que trabajó encubierto para terminar con el cartel de Pablo Escobar. La historia real adopta la forma de un estilizado y ochentoso thriller de espionaje, absorbente y con un suspenso bien dosificado. No hay, claro, demasiada sorpresa en el proceso de adaptación y la creciente tensión que lleva a este agente obsesionado, que ha rechazado la posibilidad de retirarse, a mantenerse en la primera fila de la lucha contra el tráfico.
Junto a Cranston se luce John Leguizamo como compañero en la doble vida y la rubia Diane Kruger, enviada a hacerse pasar por su prometida para apuntalar las apariencias, después de que Mr Mazur esquive a una stripper que le regalan los narcos. Con la fascinación global por Escobar en plena vigencia, y un guión que desarrolla las tensiones cotidianas del trabajo infiltrado, esa suerte de actuación con riesgo permanente de vida o muerte, la película sostiene sus atractivos, si bien transita, durante más de dos horas, por carriles conocidos y previsibles.
Todo Noticias Show Ver comentarios