«Me emociona que todo esté cambiando, ahora lo importante es continuar la lucha»
Son las diez de la mañana en un bar del barrio porteño de Recoleta. Daniel Sgardelis entra con una bermuda de jean y remera azul. Es sordo, tiene 44 años, y es una de las víctimas del Instituto Próvolo de La Plata, un colegio religioso, pupilo, para chicos hipoacúsicos, que depende del Vaticano, en el que hay una causa judicial por denuncias de abusos sexuales y torturas.
«Cuenta que en el Próvolo todos los sábados los curas los obligaban a tener sexo.
Apenas se sienta comienza a dibujar en el aire lo que vivió en el instituto. Es una especie de grito encapsulado. Una verborragia gestual que Leonardo Vandone, su intérprete, especialista en lenguaje de señas, transforma en una marabunta de palabras: «Cuenta que en el Próvolo todos los sábados los curas los obligaban a tener sexo. Muchas veces les golpeaban las manos con palos. Dice que de noche se ataba una sábana a la cintura para que no lo violen», traduce Leonardo.
FUENTE: LA NACIÓN