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Después de casi diez años se conoció quién es el autor detrás del seudónimo «J.P. Zooey»

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04/03/2017 Literatura

Después de casi diez años se conoció quién es el autor detrás del seudónimo "J.P. Zooey"

Se trata de Juan Pablo Ringelheim, un docente de la carrera de Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.

El escritor argentino conocido como J. P. Zooey, autor de libros como "Sol artificial", "Los electrocutados" y "Te quiero", y que protagonizara uno de los mayores enigmas de la literatura argentina durante la última década, se dio a conocer públicamente la noche del jueves pasado en una librería porteña.
Durante todo este tiempo la crítica, el periodismo y los lectores imaginaron el nombre y el rostro oculto detrás del seudónimo de claras referencias salingerianas. Pero el propio autor develó antes de ayer en el Espacio Moebius del barrio porteño de Almagro que las siglas "J.P." no hacían referencia a Sartre ni a la "juventud peronista": Zooey se llama en verdad Juan Pablo Ringelheim, y nació en Buenos Aires el 8 de diciembre de 1973.
Ringelheim es docente de la carrera de Comunicación en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, ha publicado en estos años ficciones con su verdadero nombre y artículos ensayísticos en medios como Página/12 y participó de la revista Artefacto, que desde su aparición en 1996 reflexiona sobre la vinculación entre tecnología, subjetividad, política, ética y economía. Casi una síntesis de los temas principales que Zooey aborda en sus cuentos y novelas.
Desde la publicación de "Sol artificial" en 2009, que llamó la atención de la crítica y los lectores (desde Beatriz Sarlo hasta Diego Zúñiga se vieron intrigados por sus libros) poco y nada se supo de él. Concedía contadas entrevistas, siempre por teléfono o correo electrónico, en las cuales ofrecía una descarnada visión de la vida cotidiana, con especial preocupación por la alienación producida por las nuevas tecnologías en los seres humanos. Y el misterio de su identidad permaneció inalterado.
Pero la semana pasada en un escueto comunicado distribuido por correo electrónico y colgado en Facebook, Zooey escribió: "Hace ya diez años publiqué mis primeros textos en revistas que luego salieron editados en 2009 con el nombre de J.P. Zooey en mi primer libro. Desde entonces tuve 10 años de escritura con gran libertad (…) Últimamente el artificio de la invisibilidad me estaba limando la libertad. Mi deseo ya era aparecer".
Esta extraña libertad era también parte del juego que atraía a sus lectores. Si no había referencias literarias, ni biografía, ni elementos extra textuales que acompañaran sus libros y sirvieran para imaginar al individuo detrás de cuentos y novelas, todo podía ser posible: que Zooey fuera en verdad varios autores, o uno consagrado; que hubiera siempre libros distintos por venir o que no hubiera más. En épocas de catálogos razonados por la mercadotecnia, el caso de Zooey se trataba de una posibilidad fresca y vital.
Impactado aún por el encuentro del jueves con lectores, editores y periodistas, y renuente por el momento a conceder largas entrevistas, Ringelheim contestó algunas preguntas a Télam sobre la decisión de darse a conocer, y sobre lo que se puede esperar de él en el futuro.
Para empezar, adelantó la reedición de su primer libro, hoy prácticamente inhallable, del que en su momento se hicieron apenas 500 copias: "Este año la editorial Sigilo reedita 'Sol artificial'. Pero no estoy trabajando en una nueva novela ni libro de cuentos en este momento. Mis próximos libros, si los hay, saldrán publicados como J.P. Zooey. La identidad civil queda reservada a mis actividades civiles: trabajar, cobrar, pagar impuestos, votar".
-Télam: ¿Cómo fue el contacto con los lectores en todo este tiempo? ¿Hubo algún cambio el jueves por la tarde, finalmente, cuando pudiste verlos en persona, cara a cara?
– Juan Pablo Ringelheim: Ver a los lectores, varios muy jóvenes, verlos cara a cara, me transformó por un momento en una máquina vampírica de absorción de información. Fue bueno, y revitalizante. Con algunos de ellos ya nos habíamos escrito por las redes o por mail.
– Télam: Las especulaciones, durante casi diez años, fueron muchas. Pero también hubo una suerte de respeto general por la decisión de no firmar los libros con tu nombre verdadero, y no es para nada corriente que un secreto dure tanto en tiempos de exhibición y redes sociales. ¿Cómo fue que esto sucedió?
– J.P.R.: Así como algunos amigos, editores y periodistas, que sabían mi nombre civil, tuvieron la carga de soportar un secreto durante tanto tiempo, también tuvieron algo que escasea en este momento: un secreto. El mayor secreto al que normalmente puede aspirar un hombre es la contraseña de acceso a Facebook. Ahora quedan liberados de la carga, y surgirán nuevos secretos.
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