Dulzuras de reggae, asperezas repentinas, dramas de bolero, letras universales que pasan por vaticinios y generan identificación, un frontman con arrastre y un ensamble de big band rea: las claves de este fenómeno de masas llamado No Te Va Gustar, que una vez más tocó ante un estadio colmado en Buenos Aires. Esta vez fue en la apertura de una serie de tres conciertos en el Malvinas Argentinas, que se completará el domingo 4 y martes 6 de diciembre.
Hábiles armadores de sets, arrancaron apostando al vértigo: "Más mejor", "Cero a la izquierda", "Con el viento" y el ska frenético de "Fuera de control" se sucedieron en tempo rápido y casi sin cortes entre ellas. El primer respiro llegó para que el vocalista Emiliano Brancciari anunciara un "show eterno" (promesa que, con 31 temas en la lista, por poco no cumplió) y la banda arremetiera con la intensa "Al vacío", en la que el público se apropió del micrófono. Un oasis jamaiquino con "Voy" y de ahí a "Su sombrero", dedicada a Marcel Curuchet, tecladista del grupo fallecido en 2012.
Algunos temas de la lista cambiarían en cada fecha de esta residencia, como por ejemplo "Memorias del olvido", basada en la novela The Reader de Bernhard Schlink ("también hicieron una película con la coloradita de Titanic", dijo Brancciari). Otros serían fija, como el country con contrabajo "Viajando sin espada" o el medley "Cosa linda / Clara" con Beto Olguín de Los Pérez García (grupo que abrió el show) como cantante invitado. Su próximo disco (en el que están trabajando con el productor venezolano Héctor Castillo y que saldría en algún momento de 2017) asomó con el single que lanzaron este año a modo de adelanto: "Prendido fuego", en continuidad piromaníaca con "Arde", su "Wicked Game", con su pulsión de rock oscuro ochentoso y su rasgueo acústico. Un tándem en el que adaptan al rock las melodías, las sucesiones de acordes y el peso lírico de la canción latina romántica de antaño con "Paranoia" y "Chau" y un rebote al primer disco (Sólo de noche, 1999) con el funk con tumbadoras en plan Santana de "No se les da".
Esa esquizofrenia de ritmos y climas no es casual ni excepcional, sino que se repite varias veces a lo largo de su concierto. Como por ejemplo cerca del final, donde la amabilidad de "Verte reír" choca de frente contra esa declaración de principios con guitarras filosas llamada "El camino". Algunas canciones estándar (pulso rutero, estribillo declamatorio) pero muy celebradas como "Tan lejos" y "Nada para ver" y el último tramo con "No hay dolor" (cantada en su mayor parte por la audiencia) y "Te voy a llevar", con la clásica cita a "Todo un palo" de Los Redondos. Eso, más una puesta sobria (una gran pantalla con visuales mayormente abstractas como única decoración), un sonido correcto para un estadio que suele dar problemas y un calor descomunal que enfervorizó a unos y desmayó a otros, fueron los hitos de un show en el que público y banda volvieron a cumplir con su acostumbrado ritual de homenajearse mutuamente.