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Escalando destinos, revoloteos de Salta a Melbourne

Salta | Lejos del pago Escalando destinos, revoloteos de Salta a Melbourne

22 de enero 2017 – 01:30 Remontó picos en Latinoamérica, Oceanía y el sudeste asiático.

Franco Hessling

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{[ caption ]}{[copyright]} {[ caption ]}{[copyright]} {[ caption ]}{[copyright]} {[ content ]} {[ caption ]}{[copyright]} {[ caption ]}{[copyright]} {[ titulo ]} {[ epigrafe ]} {[ copyright ]} Partió buscando escalar nuevas montañas. Ya con años en ese afán, si tiene que destacar algo sobre Salta son justamente sus cerros. "Uno valora lo que tiene cuando lo pierde", evoca un decir popular criollo convirtiéndolo en letanía. Ezequiel "Pepe" Peña tiene la voz algo más carrasposa que a sus 18 años, cuando terminaba el secundario en la capital provincial, e incluso más aguardentosa que a sus 20, radicado en Córdoba como trabajador y estudiante de Ingeniería Industrial en la Universidad Tecnológica. Habla desde Melbourne, Australia, donde está radicado desde fines de 2011.
"Venía practicando mucho montañismo, y en el 2011 cuando estaba en Córdoba, con unos amigos se nos ocurrió ir a probar suerte a Nueva Zelanda. Tenía esa mirada del montañismo, de escalar, viajar y conocer", dice. Es un muchacho convencido de que el destino de cada uno también tiene que ver con lo que uno haga.
Aterrizó en Nueva Zelanda en marzo de aquel 2011, poco después del terremoto de Canterbury. Pepe prefirió siempre el movimiento. Comenta que antes de buscar nuevas experiencias en el montañismo oceánico y asiático, estuvo en algunos picos de Latinoamérica. Nombra algunos del Perú, el epicentro incaico.
Los maoríes no fueron del todo gentiles en la bienvenida, al menos los tres que recibieron a Pepe. "Estaba haciendo dedo, frenó un auto con tres muchachos. Como no había espacio puse la mochila en el baúl, ellos se pusieron a hablar en su idioma. No fueron violentos pero me di cuenta de que me iban a robar la mochila, cuando me bajé se fueron velozmente", relata intercalando risas, adosándole optimismo a todo lo vivido. Y a todo lo por vivir.
El periplo con los maoríes no fue tan dañino a nivel material, ya que no contaba con un gran patrimonio. Sin embargo, fue grave a nivel de papeles: le sustrajeron su pasaporte e identificaciones. Recuperar la legalidad no fue tarea sencilla, los arcanos de la burocracia en ningún estado escatiman en laberintos tortuosos.
Cuesta arriba
No solo de montañismo y aventura vive el hombre, pasó por varios empleos, desde el clásico changarín del tambo hasta la exótica labor de buzo. Aún más excéntrico: buzo que rastreaba pelotitas de golf en un escenario montado para competir intentando hacer hoyo en uno. La atracción lúdica tenía el escollo de un extenso trecho de aguas, muchos golpes se catapultaban al fondo del lago. Buceaba largas horas por una remuneración menos monumental de lo que imaginan los amantes de las economías capitalistas ordenadas, y en vez de investigar especies marítimas, buscaba esferas. Apenas le comentaron que había una oportunidad laboral en Australia encarriló su destino hacia allí, se trataba de un puesto en una recreativa casa de terror. Ese 2011 fue vertiginoso.
"Me habían dicho que era para hacer de monstruo en una especie de parque de diversiones, había varias vacantes y viajamos unos 18 amigos que estábamos de aventura en Nueva Zelanda", rememora y añade: "Cuando llegué me tocó ser Freddy Krueger, trabajaba asustando chiquitos". Vuelve a reír, es el antídoto para no desesperar en los momentos difíciles. Tomás, uno de los amigos con los que partió desde Argentina, volvió a Salta al poco tiempo porque el océano de distancia lo sofocó. Cuando se está lejos de casa, sin todavía echar raíces en otro lugar, se desarrollan mecanismos simples para fortalecerse. El esmerado optimismo, no obstante, caracterizó a Pepe incluso cuando todavía estaba en Salta. Igualmente se nota una sofisticación de la técnica, su espíritu positivo ahora es más sosegado, medido, con la sabiduría de los que dosifican.
En una gira del parque de diversiones, Pepe desemboca en Melbourne por primera vez. Venían actuando en varias ciudades del país de los canguros. Allí conoció a Sarah, con quien está en pareja desde entonces, y también a Harper y River, sus hijos, que por entonces tenían 6 y 3 años. "Soy madera", responde al ser consultado sobre si en estos años les enseñó algo de español a los chicos. Otra vez la risa.
En tren de recordar, resalta que en los primeros meses ni bien llegó a Nueva Zelanda, junto a Tomás y el gordo, dormían en un auto que habían comprado. "De esa forma ahorrábamos en hospedaje y alquiler", cuenta. La aventura duró algunas semanas y tenía su costado paradisíaco, pues estacionaban el coche mirando hacia el mar.
Descenso y aparcamiento
Por estos días, Ezequiel "Pepe" Peña tiene un puesto de jerarquía en una firma que trabaja en el rubro de biofarmacéuticos. "En la empresa creamos una enzima que sirve para un tratamiento que ayuda a digerir el gluten, le sirve particularmente a la gente celíaca", especifica y se enorgullece de que su trabajo ayude a mejorar la calidad de vida de los que padecen esa intolerancia nutricional.
Radicado en Melbourne con Sarah y los chicos, afirma que por momentos nota las diferencias culturales entre este lado y aquel, ambos al hemisferios sur, aunque separados por el meridiano de Greenwich.
Traza un paralelo entre las festividades de fin de año, la Navidad y la nueva vuelta al sol. "Es verdad que acá son un poco más fríos", medita y caracteriza: "Es mucho más comercial, se celebra saliendo de compras y con ofertas para todo tipo de cosas. En cambio, allá es más familiar, una oportunidad para juntarse".
Confiesa que no descarta la posibilidad de volver algún día, "Salta es bellísima", enfatiza varias veces. Más, todavía hay muchas montañas por escalar.
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