Espectáculos
28/02/2017 Carnaval
La Orquesta Imperial de Brasil desató su carnaval a fuerza de buen samba
Integrada por 13 músicos y tres cantantes principales, la agrupación sumó a brillantes ejecuciones, una buena dosis de gracia y desparpajo sobre el escenario y un repertorio de temas clásicos y composiciones propias.
La Orquesta Imperial de Brasil, que rescata a las antiguas formaciones de salón de ese país, desató anoche un carnaval en el porteño Centro Cultural Néstor Kirchner (CCK) con un show en el que a fuerza de buen samba puso a bailar a toda la audiencia.
Integrada por 13 músicos y tres cantantes principales, la agrupación creada por Alexandre Kassin y Domenico Lancellotti, entre otros, le sumó a brillantes ejecuciones una buena dosis de gracia y desparpajo sobre el escenario, lo cual contagió al público que, de a poco, se fue animando a sumarse a la fiesta de manera activa, hasta terminar convirtiendo el lugar en un sambódromo.
Con un repertorio que osciló entre temas clásicos y composiciones propias; además de versiones de “Starway to heaven”, de Led Zeppelin, y “Fernando”, de ABBA, pasadas por el tamiz del samba; la Orquesta combinó también ritmos tradicionales brasileños con sonidos “negros” foráneos provenientes del jazz, el soul, el funk y la música disco.
Como para completar el clima festivo, gran parte de los integrantes de la banda aparecieron en el escenario disfrazados, como si se hubieran escapado de algún corso barrial para ir a tocar.
Gran parte de la responsabilidad del clima creado en el CCK la tuvieron las carismáticas cantantes Emanuelle Araujo, Nina Becker y Maíra Freitas, quienes cautivaron con alegres pasos de baile, virtuosas interpretaciones y sensualidad.
En lo respectivo al plano instrumental de la Orquesta, el bajo de Kassin y la batería de Domenico sostienen el ritmo de samba, apoyados por la percusión de Cesar Bodão y Duani Martins, a los que se suma la percusión electrónica de Leo Monteiro.
En tanto, el genial guitarrista Pedro Sá aporta una cuota de funky, con su admirable mano derecha; mientras que su colega Bartolo da el toque rockero con distorsiones y afilados solos.
Los teclados de Danilo Andrade y Rubinho Jacobina, otro de los creadores del proyecto, quien además suma su voz en algunos temas, se encargan de agregar el elemento jazzero al armado final.
Por último, la sección de vientos, integrada por Zé Bigorna, Altair Martins, Marlon Sette, Mauro Zacharias y Bidu Cordeiro ofrece el abanico de sonidos “negros” que convergen en esta orquesta.
Apenas pasadas las ocho, un jeque árabe, un Batman más parecido al de los “trencitos de la alegría” que al superhéroe que nos vende la pantalla grande, una payasa de circo, una hippie salida de la obra “Hair” y un delirante con antenitas en la cabeza, entre otros raros personajes, coparon el escenario para dar inicio a una sorprendente versión de "Escalera al cielo", el hit más grande en la carrera de Led Zeppelin.
La versión, con leve aire reggae al principio, presentó a una trompeta con sordina haciendo la voz principal, hasta que hacia la mitad del tema, la canción se convirtió en un festivo samba.
Lo que siguió fue una seguidilla de sambas en las voces de las tres cantantes, quienes no pararon de bailar, con graciosos pasos que oscilaban entre lo sensual y lo payasesco. Incluso, en un pasaje del show, bajaron del escenario para sacar a bailar a distintas personas del público, como para romper el hielo.
El concierto fue ganando calor a medida que avanzaba y la audiencia pareciera perder la vergüenza de arrimarse al borde del escenario para sambar al ritmo de proponía la Orquesta.
Tras poco más de una hora y media de recital, con un bis incluido, la formación cerró el concierto en el justo momento en que parecía que se había extendido de más y que culminaría cuando se retirara el último miembro del público.
Ocurre que la sucesión de sambas, a pesar de las buenas interpretaciones y de la gracia desplegada, comenzó en un punto a volverse reiterativo, lo cual tuvo su reflejo en la retirada paulatina de parte del público. Tal vez, como debería suceder siempre en un buen tablado.
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