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‘Luz de luna’: cómo es crecer en una realidad que te golpea

Ciudad FM

Es imposible señalar exactamente cómo hace Luz de luna (el título original es Moonlight), de Barry Jenkins, para meterse en tu cabeza y hacer que veas el mundo con otros ojos. Pero lo hace -y después te posee. Es un punto de inflexión, el tipo de película que desafía categorizaciones facilistas. Reducida al tamaño de un tuit, trata sobre la experiencia de crecer siendo negro, gay y alienado en las viviendas públicas en Miami. Jenkins, adaptando la obra In the Moonlight Black Boys Look Blue, de Alvin McCraney, pone el foco en un muchacho en tres fases de su vida -a los nueve años, cuando es adolescente y como adulto. Tres actores estelares nos llevan en este viaje al corazón de la autoconciencia. Los tres te van a romper el corazón.

Al principio, Chiron, representado por Alex Hibbert, no sabe que es gay, aunque los bullies lo llaman "Little" y se burlan de él incesantemente. Su madre soltera, Paula (Naomie Harris), enfermera, nota "cómo camina", pero le interesa más cuándo su nuevo colocón de crack le va a suavizar el dolor. En la escuela, el único amigo de Chiron, Kevin (Jaden Piner), lo anima a defenderse. No hay caso. Lo más cercano a un hogar que tiene es Juan (el sobresaliente Mahershala Ali), un dealer nacido en Cuba que lleva a este chico prácticamente mudo a la casa que comparte con su novia Teresa (Janelle Monáe) e intenta que se abra. Juan incluso le enseña a nadar. A Paula no la convence esta ayuda. "¿Vas a decirle por qué los otros chicos le pegan?", lo desafía. Juan es firme con Chiron: "En algún momento, vas a tener que decidir por vos mismo quién querés ser". ¿En serio, un dealer como modelo de vida? Sí, en serio. Es precisamente cuando empezás a ver los clichés acomodándose que Jenkins te deja patas para arriba.

A los 16, Chiron (ahora interpretado por Ashton Sanders) es pura piel y huesos, y puro nerviosismo. Teresa le ofrece un lugar en el que quedarse, pero Juan no está más (no nos dicen por qué… pero no es difícil adivinarlo). Esta vez no tiene protección del acoso que recibe por ser gay en la escuela. Aún así, Chiron se arma de coraje para hablar de sexo con Kevin (Jharrel Jerome), el Don Juan de la escuela con una curiosidad bisexual, en una escena en la playa, a la luz de la luna, con una dulzura sorprendente. Pero en público, su mejor amigo pasa tiempo con los pandilleros y participa de una golpiza brutal a Chiron. Un acto de venganza, una explosión de odio reprimido, deposita al adolescente en la cárcel.

Volver a ver a Chiron, después de un lapso de diez años, es un shock. El extraordinario Trevante Rhodes encarna el rol como un gladiador callejero, con aros de diamante y oro en los dientes. No lo reconocemos, excepto por los flashes de vulnerabilidad que no lo abandonaron. Conocido como "Black", el nombre que le dio Kevin, Chiron cambió Miami por Atlanta, y por su propio mini-imperio de narcotráfico. Pero una llamada de Kevin, interpretado, en su madurez, por un destacado André Holland, de The Knick, lo lleva de vuelta a su ciudad para una visita. La escena entre los dos, un ex convicto cansado y un padre divorciado que tiene un diner, es tan frágil y conmovedora en sus silencios elocuentes que no quiero revelarles ningún detalle.

Pero lo que sí hay que decir de la película es que su coraza exterior nunca revela sus sentimientos y su delicadeza reluciente. Aunque hay drogas y violencia siempre presentes, Jenkins -quien no dirige una película desde Medicine for Melancholy, de 2008- crea poesía cinematográfica a partir del intento fallido de Chiron de construir un muro alrededor de su corazón. Los actores son uniformemente magníficos, y Harris, quien interpreta a la madre en los tres segmentos, logra algo milagroso: un retrato indulgente de la negligencia. Con ayuda del trabajo de cámara sinuoso de James Laxton y una banda de sonido conmovedora de Nicholas Britell, Jenkins nos muestra a Chiron inventándose a sí mismo, creando una identidad. El efecto es tanto íntimo como épico. Luz de luna, que anuncia a Jenkins como un director de primera línea, te llega. Mantiene su crudeza desde la primera hasta la última escena.

Peter Travers

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