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¿Por qué estamos condenados a crecer sólo en años electorales?

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¿Por qué estamos condenados a crecer sólo en años electorales?

Por Orlando Ferreres. Cuando hay elecciones, crece el Producto Bruto Interno y cuando no hay elecciones, hay recesión. ¿Podremos zafar de este tipo de políticas populistas enfocadas al voto?

Orlando Ferreres Columnista Todo Noticias

Es realmente una novela dramática. O peor: la realidad plena de, al menos, los últimos 6 años. Antes de analizar los datos, veamos el gráfico:

Me dio vergüenza corroborar lo que decían los datos: cuando hay elecciones, crece el Producto Bruto Interno y cuando no hay elecciones, hay recesión.

En 2011 hubo elecciones, creció el PIB. En 2012 no hubo elecciones, recesión del PIB. En 2013 hubo elecciones, creció el PIB. En 2014 no hubo elecciones, recesión del PIB. En 2015 hubo elecciones, creció el PIB. En 2016 no hubo elecciones, recesión del PIB. En el año 2017 habrá elecciones, por lo cual crecerá el PIB.

En el año con elecciones hay que crecer a toda costa.

Se nota también que este esquema de querer ser simpático con los votantes cuando tienen que depositar su veredicto no sólo responde al sistema populista del gobierno anterior, sino que también ese modelo democrático parece estar copiándolo Cambiemos y el gobierno de Mauricio Macri. Es una lástima, aunque hay que esperar para confirmar esta tendencia.

Como las variables que toma en cuenta la población para votar son varias, pero que pueden resumirse básicamente en dos: ocupación y salario real, esto es lo que los gobiernos populistas tratan de lograr: en el año con elecciones hay que crecer a toda costa, pues eso significa que estarán creciendo el salario real y la ocupación, aunque sea en distinta proporción. Cuando no se requiere el voto popular, el gobierno actúa de otra manera, aunque ese comportamiento pueda implicar que caiga la actividad.

El énfasis está en lograr la “alegría del votante” al momento de la elección.

¿Podremos zafar de este tipo de políticas populistas enfocadas al voto? Una de las esencias de la democracia es precisamente el voto, sin él no hay democracia. Por esta razón veo difícil que se pueda prescindir de este elemento y actuar con vistas al largo plazo. Estamos condenados a decisiones de corto plazo y a vivir en el sube y baja. No me resigno, pero es lo que está ocurriendo.

No es que no se hable de proyectos y de inversiones que llevan varios años para concretarse. Sí, se habla y se van ejecutando, pero el énfasis está en lograr la “alegría del votante” al momento de la elección, votante que se supone que se “cree todas los promesas”.

¿Seguiremos así? Creo que no, espero que no. Sin embargo, para creer hay que “ver las obras” como dice el apóstol Santiago en su epístola a las 12 tribus de la dispersión, única carta que él escribió y que forma parte de la Biblia: “Muéstrame sin las obras tu fe, que yo por mis obras te mostraré la fe”, Nácar y Colunga, 1977.

Necesitamos las obras, ya sean públicas o privadas, para creer en que vamos cambiando, sino todo seguirá igual. Con la pobreza actual en 32,2 % del total de la población, no podemos seguir esperando.

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