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Qué pasa cuando los presos sí pueden trabajar y estudiar en la cárcel

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Qué pasa cuando los presos sí pueden trabajar y estudiar en la cárcel

Telenoche recorrió en penal de la localidad bonaerense de Mercedes, donde funciona una panadería que abastece a escuelas públicas y hasta hay un taller de luthiers. La contracara del Servicio Penitenciario quebrado.

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En la Unidad Penitenciaria n°5 de Mercedes se respira otro aire. A pesar de que es la cárcel más vieja del país, ahí sí funcionan los talleres y los presos no viven hacinados. Todos tienen la oportunidad de aprender un oficio y algunos hasta sueñan con poner un negocio cuando salgan. Es “la otra cara de la moneda”, el ejemplo tangible de que reinsertar a los reclusos no es un imposible.

Los 64 internos que viven en la prisión pueden aprender herrería, chapa y pintura, traducir libros al idioma para ciegos braille o convertirse en luthiers. Además, en la cárcel funciona una panadería que abastece a escuelas públicas de pan, masa de pizza y facturas para los alumnos. “De acá salgo panadero, es una buena profesión. Si la sociedad te da una oportunidad de reinsertarte, te reinsertás”, asegura uno de los presos a Telenoche. También, los reclusos preparan su propia comida.

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El director de la unidad, Adolfo Cersosimo, admitió que todavía les falta restablecer algunas máquinas para que los talleres funcionen al 100%. Sin embargo, los resultados están a la vista: por los pasillos, detrás de las rejas, no todo parece estar perdido. “Tengo nietos y pienso en los chicos que se van a sentar acá, me gusta hacer este oficio”, dice un preso mientras arregla bancos escolares en el taller de muebles. Como él, también otros de sus compañeros se sienten animados. “La forma de salir de la cárcel es estudiar y trabajar, cambiar uno. Acá se aprende a valorar mucho más”, cuenta otro recluso.

A pesar de que el edificio del penal tiene 140 años, los pasillos están limpios, no hay caños rotos ni sobran las personas que están encerradas todo el día en el pabellón. Una postal que no se repite en muchas cárceles superpobladas de Buenos Aires, donde los talleres no funcionan y cada año quedan cientos de presos sin cupo para estudiar.

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