Por un lado, propuestas dirigidas al público juvenil o a aquel que creció pero arrastra el fanatismo desde su adolescencia. Por otro, rock de esencia pesada pero en cruza con el industrial y con estética de cabaret berlinés de pre-guerra. El momento central de la grilla del Maximus Festival, que convocó a más de 25 mil personas en el predio Ciudad del Rock, estuvo dividido entre estas dos alternativas, con Bullet For My Valentine y Disturbed en el primer grupo y Marilyn Manson y Rammstein en el segundo (más una interesante previa con grupos como Halestorm, Black Stone Cherry y Hellyeah, donde el ex Pantera Vinnie Paul se ocupa de la batería).
Si bien un rato antes Marilyn Manson había dado una muestra de lo que puede hacer la teatralidad en el rock, nada podía preparar al público para el show de Rammstein, quizás la banda con más noción de espectáculo en la música universal. Con una estética que combina la arquetípica maquinalidad teutona, el steampunk, el surrealismo, el sadomasoquismo y -otra vez- el cabaret berlinés, los alemanes son un festival para el oído y la vista. Con una frondosa nube de humo rojo sobre todos los asistentes, el frontman Till Lindemann pide "¡vamos Buenos Aires carajo!" en algo parecido al español y a partir de ahí se desata un huracán que incluye fraseos de guitarra machacantes, pulso genéticamente diseñado para el headbanging y mucho, pero mucho, fuego. La pirotecnia sale del escenario, de la ropa de los músicos, de un traje de ángel que Lindemann usa mientras se suspende en el aire en "Engel", del mangrullo, de donde sea. Llamas de cinco metros, estallidos, bengalas, chispas… y todo eso, no como trucos pensados para distraer de la música, sino como el complemento visual ideal para una banda que logra el milagro de que miles de personas en Buenos Aires coreen a los gritos el estribillo en alemán de "Ich Tu Dir Weh". Si bien buena parte de su obra comparte la fórmula de riff martillo + grave operático, saben introducir variantes para seguir sorprendiendo, como el cover de "Stripped" de Depeche Mode, la dramática "Seemann" o el bis de "Te quiero puta" con trompeta mariachi. Lluvia de papelitos de colores y telón caído para una banda impresionante que sobreestimula más de lo que entretiene.
De riguroso negro (con todo y chaleco "de vestir"), Marilyn Manson apareció poniéndole unas fichas al poder del riff, con "Angel With Scabbed Wings" y "Disposable Teens" como punta de lanza. En "No reflection" incorporó el componente industrial, mientras que en "mOBSCENE" pasa a Kurt Weil por una nube narcótica y homenajea a su amado David Bowie con la intro de "Moonage Daydream". Un visita al blues deforme y pervertido en "Deep Six" y de vuelta al cabaret con "The Dope Show", para luego subirse a unas muletas/zancos de aquellos que se le conocieron en los 90 y gruñir desde las alturas su mítico cover de "Sweet Dreams". Sobre el final, la inevitable 10 de la selección (pintoresco el "Manson" impreso en el dorsal), pero combinado con una gorra símil SS para "The Beautiful People".
Con su metalcore hormonal que combina growls, pasajes melódicos y estribillos pegadizos, Bullet For My Valentine congregó a una audiencia mayoritariamente teen. Algunos riffs de genética thrashera aportaron fibra a un set que descansa en la presencia escénica de su frontman Matthew Tuck. Hits ("You Want a Battle? Here's a War", "Scream Aim Fire", "Waking the Demon"), angustia contenida y un largo solo del baterista Michael Thomas redondearon el set de los galeses.
"Diez mil puños en alto", pedía la canción con la que Disturbed abrió su concierto ("Ten Thousand Fists") y el público triplicó la apuesta. Aun con sus intentos por despegarse de lo que fue el nu metal, cuesta imaginar al grupo liderado por David Draiman por fuera de ese pelotón al escuchar canciones como "Stupify", que parecen compuestas con el manual del subgénero (aquel que escribieron Korn y Deftones) en la mano: arpegios seguidos de estallidos en la guitarra y rapeo/scat en la parte vocal, todo enmarcado en una atmósfera ominosa. Destacable es que la banda haya elegido hacer ¡cuatro! covers en un set de diecisiete temas: su inesperadamente exitosa versión de "Sound of Silence" de Simon and Garfunkel (con percusión de orquesta, sección de cuerdas y Draiman cantando al borde del quiebre), "I Still Haven't Found What I'm Looking For" de U2 (con Lizzy Hale de Halestorm como invitada, tras un simpático paso de comedia en el que ninguno de sus micrófonos funcionaba), "Baba O' Riley" de The Who y la celebrada "Killing in the Name" de Rage Against the Machine. Tras ello, todavía quedó tiempo para la balada enchufada a 380 "The Light" y para que el vocalista pidiera "el pogo más grande del día" en "Down With the Sickness".