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Skay y su larga pelea contra el ego

Skay Beilinson.

Skay y Los Fakires – El engranaje de cristal

LEF – 4 estrellas

El barco a la deriva que Skay Beilinson presentaba en A través del mar de los Sargazos, su debut solista, hoy es un bote. Esta vez el capitán evita lastre y atraviesa temporales en pos de claridad y templanza. Cada disco de Skay es, en concepto, un degradé hacia formas más despojadas y directas, que promediando 2016 lo tiene abreviando nueve canciones y un instrumental en media hora. Pero, como decía The Who en 1967, "las cosas simples resultan complicadas" y entonces el guitarrista y cantante elige ir transfiriendo su paso a paso. En el tema inicial, "Cáscaras" (una variación sobre el lado 2 de Led Zeppelin III), construye una mamushka espiritual en reversa: una demolición del ego que dos temas más tarde, en "Egotrip", conservará la primera persona, aunque esta vez como un posible ladrillazo en la interna de los Redondos: "Todos dicen: Yo, el Rey soy yo/El manda, yo-yo, siempre yo".

En esta jibarización de su propia música, los recursos no se pierden: la joya del disco es "La procesión", una gragea conmovedora que se nutre de su amor por la música celta/gallega y la épica de la Guerra Civil Española ("Sólo encontraron espanto, vienen penando/Todos volvieron vencidos/Todos toditos"). Así las cosas, Skay generó en su quinto álbum una movida frugal y nutritiva a la vez: menos de lo mismo, pero mejor.

José Bellas

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