Para ser una banda a la que muchas veces se describe como minimalista, The xx le pone una cantidad enorme de drama y emoción a su música sutil. El trío británico se especializa en la introspección zen, borrando las fronteras entre el pop de guitarras indie, el R&B y la música dance en canciones despojadas que son tan elegantes e inquietantes como extrañamente seductoras. Es un contexto austero perfecto para que el bajista y cantante Oliver Sim y la guitarrista y cantante Romy Madley Croft construyan una tensión densa a partir de intimidades ínfimas, logrando más con miradas incómodas, confesiones balbuceadas o negociaciones en medio de una separación que lo que la mayoría de las bandas consigue con toda una relación amorosa.
En los primeros discos de la banda (xx, de 2009, y Coexist, de 2012) cada elemento de su música -ya fuera una onda de guitarras con reverb, una línea de bajo dub o una batería distante- parecía organizado para maximizar el impacto según la regla de que menos es más. El crédito de eso le corresponde al productor y beatmaker del grupo, Jamie Smith (también conocido como Jamie xx), que es a su vez uno de los mejores artistas de música electrónica del mundo (vean los temas de house relajados e intelectuales de su disco solista de 2015, In Colour). En el tercer disco de The xx, Smith sube la apuesta en serio, con un sonido más expansivo, repleto de latidos de música disco, grandilocuencia de pop ecléctico y hambre de baladas.
El modo en el que las voces se encadenan entre la esperanza y el dolor es especialmente intenso, como si los cantantes fueran personajes en un romance noir moderno. El tema que abre el disco, "Dangerous", empieza con unas trompetas heráldicas antes de entrar en un groove elusivo y oscuro; Croft y Sim cantan juntos: "Si todo se desmorona, no voy a escaparme", como si su relación fuera un castillo de naipes que están tratando de que sea más fuerte. El single "On Hold" recuerda a The Human League con su intercambio de versos melancólicos entre un hombre y una mujer: "Cada vez que te dejé ir/Te vi volver a mí", canta Sim, mientras una burbuja de electrónica frágil choca contra un sampleo inteligentemente invertido de "I Can't Go for That (No Can Do)", de Hall and Oates. Croft es especialmente potente, cimentando cada vez más su lugar en la gran tradición de divas inglesas introspectivas del synth-pop, desde Alison Moyet de Yaz hasta Tracey Horn de Everything But the Girl, y puede hacer que una frase como "aquí vienen mis inseguridades" se sienta como un grito de guerra en medio de la noche.
Por momentos, el ambiente sonoro es casi tan espacioso como para sostener una canción de Adele; en "Performance", Croft canta acerca de tener que imaginarse un nuevo personaje para ella misma porque la realidad del desamor es simplemente demasiado brutal. Es irónico, sin embargo, porque The xx nunca estuvo tan indefenso, ni emocionalmente ni respecto de sus ambiciones musicales. Y el resultado es más cautivante que nunca.
Jon Dolan