Pasadas las nueve de la noche del viernes, los hermanos Lawrence entran por extremos opuestos al escenario del Luna Park para su primer show en Argentina. Howard (21) tiene un bajo colgado, y Guy (25) lleva un par de palillos de batería. Cada uno se acomoda detrás de su propia tarima semicircular llena de aparatos, una distribución que los hace ver como los pilotos de una nave. (La pantalla gigante detrás de ellos refuerza la escena con líneas de colores que van cambiando de forma sobre fondo negro.) El mayor está rodeado de cajas de ritmo, samplers, tambores y platillos, que golpea para crear un beat híbrido: ni analógico ni digital. Le sobra energía. Hace un poco de show. Tiene carisma. Howard, por su parte, mantiene un perfil más bajo. Está a cargo de los sintetizadores. En una época dominada por DJs como David Guetta y Steve Aoki, estos ingleses vinieron hasta acá para tocar en vivo. Y quieren que eso quede clarísimo.
Como Daft Punk y Chemical Brothers antes que ellos, Disclosure logró llevar la electrónica de nicho al pop mainstream. Hacen house con estribillos. Crecieron a la par de estrellas como The Weeknd, Lorde y Sam Smith, quienes colaboran en sus canciones. Habla bien de los hermanos que ni The Weeknd, ni Lorde ni Sam Smith los hayan opacado. Saben aprovechar un buen feat., pero no dependen de eso. Tampoco en el vivo, que, en sus mejores pasajes, se sostiene mucho más en la dinámica "de banda" que en un par de voces estelares. Es divertido ver a Guy pegándole con un palo a un sampler enorme para crear el beat tribal de "Magnets" (la de Lorde), y es fácil conectar con Howard cuando se entiende que la línea de bajo funk de "White Noise" que retumba en el Luna Park la está tocando él. En ese contexto, que la voz salga disparada de una computadora es un detalle menor. De hecho, más allá de que la escala de la popularidad de Disclosure en Argentina sea mucho menor que en Europa y Estados Unidos (fueron headliners del festival de Glastonbury, los nominaron a los Grammy tres años seguidos), la elección del Luna Park se justifica por el tipo de show: la música de Disclosure no termina de encajar en un boliche.
Quizás por eso el segmento final del show, en el que el dúo se volcó hacia un sonido electrónico más duro, en largas zapadas instrumentales, alejándose del formato canción, no funcionó tan bien. Fue como ver a un conductor de televisión estirando un bloque porque el invitado no está listo para salir a cámara. Es que, con apenas dos discos editados, el show de Disclosure es corto: no llega a la hora y media. Pero, a la vez, la explosión de la banda a nivel global los puso a jugar en una liga que no permite shows de una hora. Aún con eso en contra, durante la mayor parte de la noche los hermanos Lawrence lograron traducir la frescura de sus discos al vivo, que seguro va a mejorar apenas compongan un par de canciones más.